Francisco
y Lucio eran vecinos y vecinos sus huertos.

Francisco
escuchaba atento a su vecino y sonreía muy , muy escéptico.

Lucio dejaba que sus
plantas crecieran sin más cuidados y estas se helaban en otoño y se acaloraban
en verano y crecían poco y daban frutos más chiquitos y menos tiempo. Y algunas
estaban mustias y tristes. A veces algunas eran más fuertes y otras, sin
saberlo Lucio, las había sembrado el viento. Y es que Francisco sabia que un
antepasado suyo muy viejo, muy, muy viejo, vio que en el cesto del Edén solo
había una semilla y mucho, mucho viento.
M.M.T 23-01-03. Santander