Es la hora de las "buenas noches": Como siempre comienzo el ritual ante mi misma, antes de acostarme.
De lo primero que me desprendo es de las piernas, aunque de todas formas es inútil que tema huir: están atadas y bien atadas por el sistema. Solo unos pequeños grados de libertad se me consienten, los mismos que le da al perro la longitud de su cadena.
Ya he sacado mis vísceras y las he colocado, cuidadosamente, en una caja. Si, es la parte mas pringosa de mi materia y si manchan, se enojarían en casa, siempre tan pulcros, siempre tan limpios. Mis genitales van a parte, hago un nudo con las trompas a modo de lazo sobre el útero y los ovarios me recuerdan los pompones de una chaqueta de mi infancia. Los coloco en el mejor sitio del cuarto, junto a la luz. Es inmoral pero resultan graciosos.
Ahora estoy con la cabeza. Los ojos y los oídos los escondo con cuidado -están agotados de andar entre humo, casas gigantes, ruido infernal de ciudad- y de cara a la luna y a la mar, es posible que se repongan para los "buenos días".
El cerebro no se donde ponerlo. Ademas huele algo mal, como a producto de capital y de consumo ¡puag! tiene un aspecto asqueroso, aunque quieren que me crea que aún no apesta lo suficiente. Le recorto el trozo pestilente y lo tiro por la baza; el resto lo coloco en su sitio y juego un rato a pensar en que soy libre con mi cerebro sano y limpio.
De lo último que me desprendo es de los brazos. Solo pueden tocar lo permitido...
Por fin me veo diseminada por el cuarto...yo soy yo. Ahora, mis prejuicios, mis miedos, mi poca fé, mis odios, mi amor rechazado, mis deseos reprimidos.Y me contemplo. Entonces me acuesto y duermo esperando un despertar donde ese yo se halla perdido entre los sueños.
Entonces me acuesto y sueño que crecía una flor entre la tierra y el estiércol.
De lo primero que me desprendo es de las piernas, aunque de todas formas es inútil que tema huir: están atadas y bien atadas por el sistema. Solo unos pequeños grados de libertad se me consienten, los mismos que le da al perro la longitud de su cadena.
Ya he sacado mis vísceras y las he colocado, cuidadosamente, en una caja. Si, es la parte mas pringosa de mi materia y si manchan, se enojarían en casa, siempre tan pulcros, siempre tan limpios. Mis genitales van a parte, hago un nudo con las trompas a modo de lazo sobre el útero y los ovarios me recuerdan los pompones de una chaqueta de mi infancia. Los coloco en el mejor sitio del cuarto, junto a la luz. Es inmoral pero resultan graciosos.
Ahora estoy con la cabeza. Los ojos y los oídos los escondo con cuidado -están agotados de andar entre humo, casas gigantes, ruido infernal de ciudad- y de cara a la luna y a la mar, es posible que se repongan para los "buenos días".
El cerebro no se donde ponerlo. Ademas huele algo mal, como a producto de capital y de consumo ¡puag! tiene un aspecto asqueroso, aunque quieren que me crea que aún no apesta lo suficiente. Le recorto el trozo pestilente y lo tiro por la baza; el resto lo coloco en su sitio y juego un rato a pensar en que soy libre con mi cerebro sano y limpio.
De lo último que me desprendo es de los brazos. Solo pueden tocar lo permitido...
Por fin me veo diseminada por el cuarto...yo soy yo. Ahora, mis prejuicios, mis miedos, mi poca fé, mis odios, mi amor rechazado, mis deseos reprimidos.Y me contemplo. Entonces me acuesto y duermo esperando un despertar donde ese yo se halla perdido entre los sueños.
Entonces me acuesto y sueño que crecía una flor entre la tierra y el estiércol.
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